jueves, 23 de mayo de 2013

La educación en 2030. Reflexiones bajo la manta

        Después de un largo día haciendo trabajos y acudiendo a la universidad para seguir mi formación como futura docente, no encuentro mejor forma para desestresarme y relajarme que tomar una ducha caliente, cenar algo ligero y acostarme rápidamente para conciliar el sueño y así poder levantarme tempano mañana y seguir con la rutina diaria que nos rodea a los estudiantes.





       Cuando ya estoy en la cama, tapada con la manta hasta la cabeza porque hace un frío nada corriente para el mes de mayo, desisto de poner la televisión porque sé que me entretendré viendo alguna serie o programa y que no acabaré durmiendo todo lo que me gustaría. Por este motivo, rodeada del silencio que invade mi habitación, me viene a la mente el avance del cambio climático con el que constantemente nos advierten la prensa y los telediarios porque no es cotidiano estar en el mes de mayo e ir vestidos con camisetas de manga larga, chaquetas de entretiempo que protegen del frío del amanecer y del atardecer, etc. en vez de disfrutar del sol casi veraniego típico de esta zona, de los primeros baños en la playa y la piscina aunque el agua aún esté un poco helada y de la moda primaveral que nos hace parecer más alegres.

        En este momento, pienso...¿Cómo serán las temperaturas en el 2030? ¿Nos podremos bañar en el mes de agosto, o el agua estará congelada y al meter el pie nos quedaremos cual figuras de hielo? ¿Celebraremos la Navidad con trajes de baño y camisetas de tirantes?, ¿Las vacaciones en los colegios, institutos, universidades y centros de formación en general se verán alteradas?, ¿El mes de agosto lo pasaremos en las aulas, con la calefacción puesta?, etc.

       Ahora me veo a mí, viendo cómo el despertador me indica que son las 6:45 de la mañana del día 22 de agosto de 2030. Me alegro al pensar que ese día es mi cumpleaños, que lo voy a celebrar con mis amigos  en la piscina de mi campo comiendo una fresca ensalada de pasta que viene bien para contrarrestar el calor y unos helados sabrosísimos de chocolate, hablando hasta altas horas de la madrugada porque al día siguiente no hay que madrugar porque estamos de vacaciones, etc., pero esa cara de alegría e ilusión pronto se convierte en extrañeza e incredulidad porque me veo levantándome corriendo para desayunar un vaso de leche hirviendo, vistiéndome como si me fuera de excursión al Polo Norte con un pantalón y un jersey de lana tejido por mi madre. A continuación, voy al baño para acabar de arreglarme antes de salir de casa y me doy cuenta de que, en solo una noche, he envejecido, ya tengo alguna arruga que indica que el tiempo no pasa en vano y que éste deja sus huellas en las personas. Sin investigar más en esa imagen que no correspondía con la que yo tengo de mí misma, me envuelvo el cuello con una bufanda multicolor y un anorak que no deja pasar el frío y salgo a la calle dispuesta a ir al instituto.

       ¿Instituto?....¿22 de agosto?........¿Bufanda y anorak?

       Sí, así es, subo en mi coche y me dirijo al instituto en el que soy profesora de Lengua y Literatura castellana. Por casualidades del destino, voy a parar al centro en el que estudié Secundaria y Bachillerato allá por la primera década del s.XXI, el mismo centro al que acudí años después para realizar las prácticas del Máster. Nada más bajar de él, veo una pantalla en la puerta que pone: "Buenos días, hoy es martes, 22 de agosto de 2030 y estamos a 2ºC". Entro a toda velocidad y me dirijo a la sala de profesores, la cual está rodeada de ordenadores a disposición de los docentes, máquinas dispensadoras de productos dulces y salados, máquina de café, pantallas que indican la ausencia de los profesores durante ese día, etc. El reloj me señala que es hora de empezar la jornada laboral, un reloj que es idéntico para todos los que formamos la comunidad educativa del instituto y que sustituye el tradicional timbre.

        En las aulas también hay numerosas diferencias: los alumnos ya no llevan ni mochilas repletas de libros que incluso a veces les impiden caminar, ni estuches llenos de bolígrafos, lápices y colores para subrayar, solamente llevan una pequeña mochila en la que transportan el único material que tienen: su ordenador portátil. Todos lo sacan, lo colocan encima de las mesas y empezamos a trabajar a partir de la cuestión que dejamos a medias la sesión anterior. Además, disponemos de una pizarra digital 5.0 que nos permite agilizar el trabajo en el aula,amenizar el proceso de enseñanza aprendizaje con materiales que son de su agrado e incluso casi palpar con nuestras manos a los personajes que aparecen debido a la alta definición de la tecnología.

        Del mismo modo, tengo un chat colectivo con los diferentes grupos a los que imparto docencia, herramienta mediante la cual los estudiantes hacen prácticas para desarrollar la expresión oral. Cada semana, tres alumnos son los encargados de hablar durante 3-5 minutos sobre alguna noticia o anécdota que hayan visto o vivido y los demás deben utilizar estas manifestaciones orales para hacer diferentes actividades que estén relacionadas con la materia que se esté explicando en ese momento.

        Acaba mi horario de los martes y voy de vuelta a casa. Tomo un caldo caliente para entrar en calor porque el frío me llega hasta los huesos y me siento en el sofá a ver las noticias del mediodía en las que se destaca que los viajeros llegados de Marte corroboran que allí hay vida humana, que España es el país con mejores resultados en las pruebas de PISA, que Thiago Messi acaba de ser nombrado el mejor futbolista del mundo del 2030 (como ya lo fueron su padre y su abuelo décadas atrás), etc.

      El jaleo que desprende la televisión me despierta sobresaltada y, en ese momento, me doy cuenta de que ni estoy en el sofá ni estoy viendo la televisión, en realidad estoy acostada en la cama, tapada hasta arriba con la manta. Miro el despertador y observo que tampoco es 22 de agosto de 2030 sino 20 de mayo de 2013, de manera que vuelvo a recuperar la "juventud" que había perdido durante esta noche en la que he soñado cómo será, o mejor dicho, cómo puede ser mi vida en un futuro.

       Aunque es cierto que hay cosas que sí me gustaría que sucedieran, sobre todo, la de estar ejerciendo la profesión docente en el año 2030, espero que el mes de agosto siga siendo el mes prototípico de las vacaciones estivales y que podamos seguir disfrutando de días de sol en la playa, piscina o cualquier otro sitio con nuestros familiares y amigos.

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